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Nunca pensé vivir
ésta pesadilla, yo que confié en la amistad sincera y verdadera. Sentirse
traicionada aun por las personas que juraron en tinta de sangre que no
confesarían mis secretos. Ahora estoy aquí encerrada, tal vez fui raptada por
algún enfermo sexual que fantaseó quitarme la virginidad a la fuerza. Pero no
sé, sigo aquí sola y apenas he abierto mis ojos. Los martillazos clavando mis
sienes no se detienen, intento ponerme de pie pero no estoy segura de poder
sostenerme.
El último recuerdo
que tengo divagando en mis circuitos nerviosos, es cuando estaba bailando en la
fiesta de él. El soltero más codiciado por media isla de Puerto Rico, el resto
o era hombre o simplemente señoras ancianas a las que se le había arrancado
todo deseo del cuerpo. Claro, yo no encajo en ningún grupo porque soy la única
que no lo deseo, en realidad es el hombre más patético que mis ojos hayan
visto. Es arrogante, pretencioso y vanidoso.
Respiro lentamente
para hacer circular el torrente sanguíneo a través de los vasos rotos, las
venas paralizadas en esta maldita cama. Huelo a mar, a sal y barcos navegando
cerca. ¿Estaré soñando? Ni siquiera estaba a dos metros del mar anoche así que
debe ser un delirio del alcohol, y esta habitación de madera añosa no es más
que producto de mi imaginación.