El teléfono residencial irrumpió el profundo sueño de
Valeria, quien se encontraba navegando con un sexy capitán en alta mar. Ya se
estaba acostumbrando a sus besos. Pero claro, tenía que ser un sueño.
—¿Ya te despertaste? —Una voz chispeante casi le
revienta el tímpano. Era Josefina, ella no estaba casada pero vivía con el
novio hacía ya 5 años.
—Eh, si. Estaba por despertarme cuando llamaste.
—Lo siento amiga, pero esto es por el bien social. Ya
Connie me dio la noticia sobre Ash. Se
va a casar, lo que te posiciona como la única del grupo que no tiene un perro
que le ladre, excepto Juicy... —lo dijo tan rápido que Valeria apenas pudo
llevarle el ritmo.
—Te equivocaste de número, no voy a ceder a tus planes
de Cupido. —dijo mientras acariciaba a su perra.
—Bueno, nosotros los cupidos no somos perfectos.
—soltó una carcajada divertida. Josefina era su amiga desde el colegio al igual
que Connie, ya habían pasado todas las etapas juntas excepto la de ser Cupido
de Valeria, que por su físico borinqueño, se suponía iba a ser la primera en casarse
y tener 10 hijos. Si todo hubiese seguido su curso y se hubiera casado con
Eduardo, el chico más guapo de toda la escuela.. Pero él tenía otros planes involuntarios
como: Mantener a una chica de menos edad que salió embarazada una tarde
cualquiera de jerga. Actualmente se le veía muy distinto.
—En serio Jose, no estoy para otra de tus citas. No sé
de dónde consigues cada clase de tipos para emparejarme. —Sentenció desganada.
—Querida, soy la gerente de la revista social más
cotizada en Puerto Rico, así que puedo conocer mucha gente. Te lo he
demostrado. —Valeria blanqueó los ojos. Ya no le gustaba ir a cenas, almuerzos,
fiestas de caridad, iglesias, hospitales en busca de su futuro marido…
Josefina tenía un arsenal de tipos de toda clase
social y profesiones: Arquitectos, abogados, médicos, cantantes… Valeria había
asistido a toda clase de citas para terminar retornando a su departamento en un
taxi y con el maquillaje corrido en la cara. Estaba harta de esos encuentros
desafortunados ¿se le notaba tanto la falta de hombres?
—Esta vez te aseguro que será el adecuado amiga, mira
que tengo una intuición… —el silencio en la línea se hizo evidente mientras
Valeria le daba de comer a Juicy y recogía el desastre del departamento.
—Tú, Connie y el resto me tienen al volar. Mejor vamos
a comer y conversamos sobre “la nueva cita a ciegas” aunque sea sólo para
asistir a la boda de Ash y callarle la boca a mi madre, que también se suma al
clan de cupidos.
Era cierto, la señora Caridad -su madre- desde que
Valeria cumplió los 21, ya le vaticinaba que se quedaría solterona si no
apuraba el paso y dejaba de buscar príncipes azules. Se lo recordaba en cada
encuentro familiar que tenían. Su hermana ya había
contraído matrimonio dos años atrás y era la menor. Esa fue la prueba más
grande de la paciencia de Valeria, cuando su madre le prestó el vestido de
novia a su pequeña hermana y le recalcó tantas veces que debió ser ella la que
se estuviera casando con el hijo de su comadre Ruperta, un tipo completamente
“old fashion” con los pensamientos de la era de las cavernas, pensaba que las
mujeres debían permanecer en los hogares criando 7 hijos, mientras ellos, -los
machitos- seguían trabajando y en las calles. Nada menos que con ese
cavernícola, Caridad anhelaba que ella contrajera matrimonio. Todo porque era
una familia de “valores”.
Por otro lado, don Roberto –su padre- era todo lo contrario. De ser por
él, su Valeria ni siquiera viviría en San Juan, sino en Isla Verde con ellos,
en su hogar. Era un padre muy protector, jubilado de la guardia nacional con
muchos años honoríficos de servicio. Por eso adoptó una postura un tanto rígida
con sus hijas.
v
Cuando Valeria cerró el teléfono, recibió una llamada
que también la dejó más confundida. Una de las ex compañeras de clase de la
Universidad, la estaba convocando para un encuentro en la hacienda de uno de
los chicos de su promoción. ¡Menuda cosa! Ella no aseguró su asistencia,
tampoco deseaba llegar allí y ser la única sin pareja y sin hijos. Como quiera
tenía una mochila que cargar socialmente.
Se despeinó un poco el cabello ondulado, castaño y
rebelde. Era tan largo que despertaba miradas, ella era una mujer muy sensual,
pero no había tenido suerte en el amor.
Una hora después, ya se encontraba camino a la plaza
del centro de San Juan para almorzar con Josefina.
A su llegada, 10 minutos después, la chica hostess le
abrió la puerta del restaurant. Era un lugar típico de la Isla. Valeria ya
había ubicado a Josefina con la mirada, tras un breve escaneo divisó su pelo muy corto a nivel de las orejas y de
color anaranjado suave. Vestía un conjunto blanco de chaqueta y pantalón, con
unos tacones de unas pulgadas muy considerables. Lo que no le sorprendió a
Valeria fue divisar otra invitada no esperada, pero conociéndolas a ambas,
siguió sin inmutarse.
—Ya veo, hay junta del club de cupidos. —Soltó
irónicamente al saludar también a Connie, -la chica correcta- y sus sermones
acostumbrados. Ya se estaba preparando psicológicamente para ello.
—¿Entonces no quieres verme? —Connie tomó un poco de
agua con soda. Se estaba haciendo la ofendida.
—Son un dolor de trasero, les advierto a ambas que no
voy a tener ninguna cita a ciegas sin antes saber hasta de qué tipo de sangre
tiene el susodicho ese. Quiero saberlo todo. —Las señaló a ambas.
—Shh baja lo voz, nos va a escuchar todo el
restaurante. —advirtió Josefina entre dientes.
El camarero, un señor canoso y de buen porte, les
repartió el menú segundos después, pero el trío sabía muy bien lo que iban a
ordenar.
—Mofongo de camarones para las tres, una cola de
dieta, té helado y soda amarga. —ordenó Valeria.
El hombre se retiró con un gesto amable y Valeria se
recogió el pelo en una cola. Ya estaba lista para empezar a ser señalada.
—Connie, no me molesta que estés aquí, solo que no me
la pasaré de plan en plan para cazar marido como si se tratara de un pez.
Connie, que era una mujer muy alta, de pelo negro
ondulado y piel trigueña, se metió las manos por la nuca queriendo casi hacerle
entender a Valeria que sus planes si funcionarían, pero que debía tener
paciencia o se iba a quedar solterona.
—Queremos lo mejor para ti Vale. Eres una mujer
inteligente y productiva, lo único que tienes que tener es paciencia. Además,
recuerda que…
—Sí, si.. que tú y Fede son un matrimonio joven y bla
bla bla. Connie, no te metas dentro del paquete de solteras, que encontraste el
hombre correcto cuando eras una caraja, una chamaquita.
El camarero les sirvió las bebidas. El calor era
sofocante y los abanicos de techo no cubría la temperatura elevada que estaban
sintiendo en ese instante.
—Bueno ya —dijo Josefina. —Valeria, sabemos todos tus
desaciertos y sé que es un dolor en el trasero lidiar con cuantos pendejos te
has encontrado, pero te propongo que vayas a conocer a este hombre que quiero
presentarte, te aseguro que será la última vez. Si no resulta, pues ya
dejaremos de hacer de Cupido. —Josefina puso la cara de perro chocado.
—Está bien, acepto conocer al tipo. Eso sí, es la
última.
Connie aplaudió como victoria y brindó después de eso.
Valeria negó varias veces, ya le causaba un poco de risa lo que podían hacer
todos por buscarle pareja.