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viernes, enero 03, 2014

Pasaje para dos.

Continuó esparciendo el líquido por las piernas a ambos lados, en la pantorrilla y los pies. ¡Hmm! ese sí era el paraíso terrenal, estar abandonada en una sala de masajes sintiéndose plena.
Sonrió y respiró a la vez. Por el toque de las manos se dio cuenta que tenía que cambiar de posición y se rodó. No sin antes casi caer de la camilla, lo que vio le gustó y a la vez le asustó. Nunca pensó que quien le estaba dando el masaje era un hombre, pero no cualquiera. Sino un elegante y delgado hombre de contextura fuerte. No tenía un gramo de grasa en ese cuerpo, el torso lo llevaba aceitado y desnudo, tenía unos pantalones holgados color blanco y su piel era bien tostada; más bien, bronceada artificialmente.
—Disculpe ¿le ocurre algo? —preguntó extrañado por la cara de susto de Sarah. Todos los clientes sabían que podían hacer sus citas tanto con hombres como con mujeres. Pero claro, la cita la hizo Martha, su mejor amiga.


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