Salió de la
camioneta con una escopeta en mano, advirtió en voz alta para ver si alguien
salía, pero nadie salió ni se movió. Arqueó las cejas, posiblemente su esposa
vio algún reflejo.
Regresaba de vuelta
al vehículo cuando un hombre alto, fuerte y pasado de peso rodeó su cuello. El
grito desde la camioneta proveniente de las cuerdas vocales de Eugene alertó a
su hija que descansaba en el asiento de atrás. Empezó también a gritar.
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