CAPITULO 1
Abrió los ojos mecánicamente y se obligó a recordar lo
que había pasado, aunque no estaba segura de que dentro de su cerebro pudiese
haber una mínima posibilidad de que se acordara de lo ocurrido.
Por un instante hizo fallidos intentos de enfocar algún
objeto cercano con la vista, pero no pudo. Veía todo muy borroso. “Está
despertando” se escuchó una voz femenina que provenía de su lado derecho de la
cama. No sabía qué le ocurría, tampoco podía girar el cuello. “Podría ser un cuello ortopédico”… eso
significaba que había tenido una especie de accidente y se encontraba en un
hospital. Eso fue lo que dedujo dentro de la confusión que le embargaba. Creyó
recordar sin problemas su nombre, tal vez no había perdido completamente la
memoria.
Cuando al fin pudo ver, sólo divisó un techo con
filtraciones y la pintura blanca a punto de descascararse. ¿Qué diablos le
pasó? Sintió la lengua pesada y adormecida. Sus ojos giraban de un lado a otro
y hasta pudo fruncir un poco el ceño. Pasó toda una eternidad antes que una joven
con facciones de india, sonrisa resplandeciente, y una trenza color negro
cayendo a un lado de su hombro, alumbrara sus pupilas y de nuevo le costó
recobrar la visión momentáneamente.
—No te preocupes, estás a salvo. Sufriste un accidente
pero pronto te vas a recuperar.
Como si eso la fuera a consolar. No podía moverse, apenas
pestañaba y como si fuera poco, creía recordar su nombre. Quería llorar, gritar
algo y que todos sus pensamientos tuvieran voz propia. Fue inútil, todo era
demasiado confuso para ella.
El alivio le llegó cuando pudo notar dos personas que
aparentaban conocerla bien. No estaba
sola, ni siquiera sabía quiénes eran pero se conformaba con sentir que les
conocía y que en el fondo sentía una confianza especial.
Uno de ellos era un tipo con uniforme de policía
acompañado por una joven muy hermosa que irradiaba paz.
—No te preocupes Helena que estamos aquí contigo. La
doctora dice que te pondrás bien muy pronto. —dijo la mujer de pelo castaño muy
largo. Su voz le sonaba bastante familiar pero le frustraba el hecho de no
reconocerla. De seguro era su hermana.
Frunció de nuevo el ceño, estaba bastante incómoda en
ese lugar. No iba a tranquilizarse ni escuchar palabras conmovedoras. Quería
saber quién era y por qué estaba ahí.
—Helena, debes tranquilizarte para que el tratamiento
haga efecto.. —dijo la doctora mientras tocaba su brazo izquierdo.
Gruñó de rabia y frustración. No iba a escuchar nada,
se iba a poner de pie y se iba a largar de ese hospital. Le consumía la
ansiedad por dentro. De repente entre la lucha de querer ponerse de pie, pudo
sentir un ligero mareo.
—Lo siento, te vamos a dormir otro rato Helena. Debes
descansar. —Todo se fue poniendo negro, no tenía el control absoluto de la
situación. Estaba quedándose dormida, de nuevo un sedante, de vuelta a la
oscuridad y al sueño profundo.
Helena se reía de las ironías propias de la vida al
momento que el vuelo 863 con destino a México DF acababa de hacer un excelente
aterrizaje y todos los pasajeros que aplaudían felices por no haberse
estrellado como en las películas trágicas, esbozaban una sonrisa de
satisfacción. Segundos después, para no parecer un fenómeno extraño al lado de
un niño que la observaba con cara de curiosidad, por fin también aplaudió
aunque por dentro estaba loca por salir corriendo del boing 747. Es que, ni
siquiera sus amigas estaban conscientes de la claustrofobia que le producía
estar metida en un maldito avión, pero todo esfuerzo valía la pena si el
resultado era asistir a la boda de una de sus mejores amigas.
Cerró el libro que le regaló una amiga sobre cosas
estúpidas de hombres perfectos de telenovela. “A esa autora habría que mandarla
a arrestar” pensó negando un poco. Le desagradaba tantas farsas que quería
inventar la gente sobre seres humanos que son perfectos. Y más en el amor, ahí
no hay perfecciones. Creía en otras cosas, en gente de carne y hueso que
aprende a aceptar los defectos del otro porque se aman. Pero no, ese tema
estaba prohibido en su psiquis.
Una vez que recogió su mini equipaje y recorrió el
pasillo kilométrico de la terminal, divisó tres rostros muy familiares. Esos
que la llenaban de felicidad.
—Les pedí estrictamente que no me vinieran a recoger
mosqueteras. —Helena se estrujó el rostro fingiendo enojo y queriendo
pellizcarles la piel a cada una de sus
amigas. Frenó sus pasos de repente y esperó que las chicas fueran hacia ella
mientras se cruzaba de brazos. En realidad, últimamente odiaba los
sentimentalismos después de todo lo que le pasó, prefería pasar desapercibida y
cubrirse de una estructura metálica para que nada pudiera traspasarla.
—Perdón pero vienes a mi boda y eres mi invitada así
que a mí es que debes complacerme. —dijo Koraima supuestamente indignada. Ella,
Sasha y Carla eran las amigas que ni la distancia podía separar. Son de esas
hermanas que le pone la vida a la gente como ella.
—Perfecto, no digo más. —levantó las manos resignada
mientras Sasha la imitaba en forma de broma. Les gustaba tratar de hacerle
sonreír, aunque irónicamente siempre fue Helena la que sufría de imitar hasta
al presidente de los Estados Unidos si era necesario. Con su humor lograba
sacarle sonrisas a todos en cualquier momento.
—Tengo hambre chicas, anoche fue todo un maratón de...
—¿Chicos malos? —preguntó Koraima en tono irónico.
—Si, pero por tu “tonito” intuyo que crees que hablo
sobre sexo. Y estás muy equivocada, el departamento me designó un caso y apenas
ayer apresaron esos hijos de puta. Eran unos violadores que se hacían pasar por
pastores de una iglesia. —Se acomodó los lentes, el sol quemaba cuando salieron
del aeropuerto.
— ¡Bueno pero ya! No empecemos con temas policiales. —Koraima
se recogió el cabello. —Se lo dije a Chris, que desde que llegue a casa todos
los días, se olvide de ser comisionado de justicia, así que ahora nos vamos a
tomar unas margaritas como en los viejos tiempos. —afirmó Koraima adelantándose
a una limusina de color negro brillante que alquiló por 24 horas antes de la
boda.
A Helena le hacía bien hablar y hablar de trabajo, de
sus casos policiales, de los problemas de los demás y no los de ella, esos no.
Lo que menos quería era que le preguntaran cómo se sentía, si ya había superado
los últimos dos años que por cierto, a sus 25, fueron los peores de su vida.
México lucía exactamente igual que siempre. Las mismas
avenidas, la misma gente. Personas que un día fueron muy importantes para ella,
ahora le parecían desconocidos. En parte, detestaba la ciudad, recordar
momentos muy difíciles en su vida y sentirse impotente sin poder mover un dedo.
¿Qué maldita justicia? Esa palabra no existía en su país, pero algún día todo
tendría que cambiar.
Su Psicóloga le
dijo que su mente había creado un mecanismo de defensa para olvidar todo el
trauma que le ocurrió y por eso vive restándole importancia a muchas cosas.
Helena en su interior no deseaba saber cómo salir de ese desgano que enfrentaba
a diario, hasta se había conformado con su otro “yo”. Ahora, sentada en esos
asientos de piel, con una botella de champaña a punto de descorchar y al lado
de sus tres mejores amigas, ese era el momento que quería vivir, el presente,
el ahora.
—Brindo por el amor, porque en medio de todas tus
dificultades pudiste encontrarlo Koraima. Ya por fin te casas amiga. —dijo
Carla rebosando la copa de cada una con el fin de hacer un brindis, Sasha captó
ese momento con su cámara de última generación. Hacer fotos era no sólo su
profesión, sino su hobby.
—Gracias a todas por venir, principalmente a ti
Helena. Fuiste nuestro Cupido y nunca voy a olvidar lo que hiciste por mí.
—Ay ya chicas, cero sentimentalismos —dijo con ademán
de poca importancia. —vamos a gozarnos esta despedida de solteras de la forma
en que lo hacemos nosotras.
Helena colocó su lista de música de un Dj famoso en su
reproductor para acompañar el champan y las anécdotas, mientras la limusina las
llevaba a un bar en el centro. A una media hora del aeropuerto.
Era pleno
verano, las chicas habían reservado previamente el jacuzzi, una área
completamente privada con una vista desde el piso 6. Nada mal para el reencuentro.
Cada una de
ellas estaba dedicada a algo distinto y sólo Sasha vivía en México. Koraima en
NY, Helena en Texas y Carla en Italia. Si, estaba cumpliendo su sueño de
estudiar en una de las escuelas de diseño más importantes en ese país. Vivía con
el guapo de Marco, lo había conocido en la despedida de soltera “falsa” de
Koraima dos años antes. Cuando estuvo a punto de unir su vida al hombre
equivocado.
Los bikinis sexy y acorde a la época de verano no se
hicieron esperar, por lo menos todas menos Helena que, a pesar de tener el
cuerpo completamente definido le daba igual ponerse unos pantalones cortos o
bañarse con toda la ropa que llevaba puesta. Así de inmenso había sido el
cambio que hizo de una mujer responsable, enamorada y feliz, a un ser despreocupado.