Antoine
llegó ese día a la casa y Soledad se encontraba llorando recostada en su cama
con la cabeza puesta en una almohada tejida por ella misma. Estaba hecha un mar
de lágrimas la pobre mujer de 33 años. La hija mayor dormía a su hijo en las piernas
y las demás limpiaban un poco la casa. Pablo, por el contrario, se encontraba enganchado
de un árbol de mangos jugando. Por lo menos él pudo darse el lujo de ser niño y
no trabajar un solo día.
-¿Fue
mi padre otra vez? –preguntó Antoine a su hermana. Ella asintió. Sus hermanas
todas tenían una estatura bastante alta. Ya a Antoine se le ocurría la idea de
ponerlas en una disciplina deportiva para que salieran con algo más que con un embarazo.
Aunque eran mayores que él, parecía todo
lo contrario por la manera en que se manejaba el chico.
Antoine
se imaginó que su padre se había marchado por tercera o cuarta vez del hogar y esa
era la razón de las lágrimas de su madre. Entonces apretó los puños, miró hacia
la cama de Soledad y vio esa figura de mujer esbelta, joven y mulata. Completamente
abatida y enamorada. Si eso era un matrimonio, entonces estaba confundido de lo
que realmente quería.
Ni siquiera preguntó nada a su madre, solo fue a darse un baño y luego,
tomó unas chanclas, uno de sus dos pantalones y una camiseta. Salió disparado de
la casa con intenciones de correr sin detenerse. Lo único que quería era huir,
no ser el chico estudioso ni tener aspiraciones. Deseaba convertirse en uno de
los maleantes del barrio. Algo común y menos estresante. O tal vez ser un mujeriego
como su padre.QUIERES LEER MAS? CLICK AQUI Y TE LLEGA A TU CASA EN FISICO